El 13 de abril se celebra el Día Internacional del Beso, una festividad que tiene menos de una década y que fue creada por una pareja de Tailandia que ganó el concurso del beso más largo de la historia en 2013, con una duración de 58 horas, 35 minutos y 58 segundos.
El beso es una forma de comunicación universal que se practica en todas las culturas y edades, y representa expresiones de amor, pasión, cariño o amistad. Aunque hay muchas teorías sobre cómo se originó el beso y por qué lo hacemos, la ciencia nos ha enseñado que besar puede ser instintivo y tiene sus raíces en la biología, además de ser un comportamiento aprendido en algunos casos.
El cerebro produce oxitocina, la hormona del amor, al momento del beso, lo que provoca una reacción química que despierta sentimientos de afecto y apego. Además, el beso es una forma de evaluar a las parejas potenciales y, una vez en una relación, puede ser una forma de conseguir una pareja a largo plazo. Se usan 146 músculos e intercambiamos 80 millones de bacterias nuevas para besar, lo que puede fortalecer el sistema inmunológico y prevenir enfermedades.
El significado del beso y su popularidad han variado a lo largo de la historia y a través de las culturas. El beso aparece en el Antiguo Testamento como una manifestación explícita de amor y compromiso en diferentes partes del texto bíblico. Aún con sutiles diferencias culturales, el beso permite el contacto de los labios con la piel o los labios de otra persona, permitiendo que se perciban características del otro que no podrían conocerse sin este acercamiento tan estrecho.
El beso también puede estimular la secreción de endorfinas, las llamadas "hormonas felices", lo que ayuda al apego y da una sensación de bienestar. Cuanto más consigamos de estas hormonas, más las querrán nuestros cuerpos. Las parejas en relaciones a largo plazo que se besan con frecuencia informan una mayor satisfacción en la relación, lo que demuestra que el beso sigue siendo una expresión importante de amor y conexión en la sociedad moderna.