La reina Isabel II, del Reino Unido, falleció este jueves a sus 96 años en su residencia de verano ubicada en Balmoral, Escocia. Tras esta histórica y enorme pérdida que causó gran estupor a nivel internacional, fue su hijo Carlos, quien se transformó en el nuevo monarca.
Carlos, después de tantos años de espera, finalmente ascenderá al trono, bajo el nombre de Carlos III, mientras que su esposa Camilla será conocida formalmente como la Reina Consorte que, a menudo, se abrevia como "Reina". Este no fue el único nombre que barajó llevar el actual monarca inglés, ya que pudo haberse bautizado como Felipe, Arturo o Jorge.
Pero Carlos decidió mantener su nombre, pese a las connotaciones negativas de sus antepasados, ya que recordemos que el rey Carlos I fue ejecutado tras la Guerra Civil inglesa y el rey Carlos II es recordado en la consciencia colectiva inglesa sus intrépidas aventuras amorosas, y su reinado coincidió con dos desastres más: la Gran Plaga y el Gran Incendio de Londres.
El proceso de cambiar un nombre al momento de la adhesión no es común, ya que solo tres monarcas en la historia británica lo han hecho, pero cada caso ha sido en los últimos 200 años. Quizás el ejemplo más famoso de un soberano que elige un nombre de reinado diferente es el de la reina Victoria , que en realidad no fue bautizada como Victoria, sino como Alexandrina, en honor a su padrino, el zar Alejandro I de Rusia.
Su hijo hizo lo mismo, también optó por usar su segundo nombre cuando se convirtió en soberano, y el Príncipe Alberto Eduardo se convirtió en el Rey Eduardo VII. El tercer y último ejemplo de un cambio de nombre de reinado es el padre de la reina Isabel, otro Alberto. El rey Jorge VI nació Albert Frederick Arthur George.