El Día de Muertos tiene varias iconografías relacionadas a esta fecha, como las calaveritas de azúcar y las flores de cempasúchil, pero hay una que sobresale: las calaveritas literarias. En algunos grados de primaria y secundaria es común que soliciten a sus alumnos que escriban alguna, pero muchos desconocen su origen.
La Casa Universitaria del Libro (Casul) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) señala que una calaverita literaria, también conocida como “panteones”, están conformadas por una serie de versos rítmicos o epigramas, siendo un elemento clásico del Día de Muertos.
La referencia más antigua que se tiene sobre las calaveritas literarias es de uno de los textos más polémicos de la época novohispana: La portentosa vida de la muerte de 1792. El autor fue el franciscano Fray Joaquín Bolaños, antes de que el Día de los Muertos se asociara a este texto.
Sin embargo, recién a mediados del siglo XIX la calaverita literaria -como se conoce hoy en día- tendría sus primeras apariciones, no solo en el Día de Muertos. Esto debido a la censura de la época colonial puesto que no permitía este tipo de publicaciones en gacetas y medios impresos.
Los primeros temas que se tocaron en las calaveritas literarias fueron las críticas hacia la alta sociedad por querer asemejarse a las élites europeas. Sin embargo, comparado con fechas anteriores, en la actualidad es una tradición con menos peso en el Día de Muertos.