Los perros son los reyes de nuestro hogar. Reciben alimento, son mimados, amados, cuidados y tratados como un integrante más de la familia. Estas simpáticas mascotas protegen nuestros hogares, ayudan en numerosas tareas, como también proporcionan un amor y compañía incondicional e incluso, en muchas ocasiones, insustituible.
La inclinación hacia la humanización de los perros es notable entre aquellos que optan por no tener hijos. La inversión de roles plantea desafíos psicológicos, subrayando la importancia de examinar la interpretación de esta evolución dinámica.
Investigaciones sugieren que los perros comprenden palabras humanas y ajustan sus expresiones faciales al convivir con nosotros, suscitando interrogantes acerca de la significancia psicológica de esta peculiar comunicación entre especies. Miguel Alcántara Hernández, psicólogo de la UNAM, reconoce que el sentimiento es normal, pero advierte que surgen problemas cuando la calidad de vida se ve afectada o se presentan alteraciones en el comportamiento de los perros.
La humanización de los perros como hijos plantea desafíos, especialmente cuando se sobreprotege al animal y se le prioriza por encima de las necesidades del dueño. Esta actitud puede resultar en un aislamiento tanto para la persona como para el canino.
El término "Petofilia" se utiliza para describir el trastorno de excesiva humanización de las mascotas, privándolas de su naturaleza animal. Esto incluye comportamientos como hablarles con tono infantil o permitirles adoptar conductas propias de los humanos.