Sin duda, rara es la persona que no haya atravesado por alguna preocupación en su vida, menor, mayor, del grado que sea. La preocupación es lo que sucede cuando la mente se obsesiona con pensamientos negativos, resultados inciertos o cosas que potencialmente podrían salir mal o simplemente no como esperamos.
Según especialistas en la salud mental humana, en realidad la preocupación tiene una función importante en nuestra vida, pues es una forma que tiene nuestro cerebro para manejar los problemas con el objetivo de mantenernos a salvo. No obstante, definitivamente sentirla es desagradable si no se hace algo al respecto para solucionar el problema o la situación en cuestión.
¿Cuál es la edad más difícil de la vida?
A través de los años, científicos e investigadores se han dado a la tarea de indagar la conducta humana y todas las aristas que la rodean. Entre ellas, qué causa estrés, preocupación o felicidad y a qué edad se presentan estas emociones con mayor frecuencia. Aunque solo son estimaciones, dicen mucho sobre qué trae bienestar o angustia a la sociedad en la que actualmente vivimos. Una de las expertas interesadas en el tema es Annie Wright, psicoterapeuta y especialista en recuperación de traumas relacionales, quien redactó para el portal de Psychology Today un artículo en el que revela la etapa más difícil de los seres humanos.
Cualquier etapa es difícil, "un día puede brillar el sol con esplendor y al otro puede nublarse y desatarse una torrencial lluvia". Por otro lado, los problemas no terminan, desde los económicos, sentimentales, de vivienda, de salud, inclusive cuando somos víctimas colaterales de ellos. Sin embargo, según la especialista, las personas suelen percibir la vida como “más difícil” cuando tienen entre 30 y 40 años. Según la terapeuta, durante esa edad pueden aflorar nuestros traumas relacionales de la infancia, al mismo tiempo que nos vemos enfrentados a más exigencias en los ámbitos laborales y socioafectivos.
Wright señala que si imaginamos la vida como una casa construida sobre una base, quienes sufrieron traumas relacionales suelen tener “grietas en sus cimientos, que otros que provienen de antecedentes no traumáticos no tienen en absoluto (o en formas muy reducidas)”. Alerta que esas grietas pueden hacer que la casa sea “menos sólida, menos estable y más difícil para vivir”.