Un día en la Tierra dura 24 horas. Siete días forman una semana y, por lo general 30 o 31, dependiendo de la época en cuestión, forman un mes. Doce de ellos le dan forma al año. Sin embargo, esto no siempre fue así. Los días en nuestro planeta no siempre duraron lo mismo.
En realidad, un día en el planeta Tierra tiene científicamente una duración de 23 horas, 56 minutos y 4 segundos. Ese es el tiempo que tarda nuestro planeta en rotar completamente sobre su eje, un fenómeno que se define como "día sidéreo". Esos minutos hacen una sutil diferencia que nos obliga a añadir un día extra al calendario en febrero cada cuatro años.
Lo que no todos saben es que esto no siempre fue así. En el pasado, cuando la Luna se formó por primera vez, hace unos 4.500 millones de años, el día en la Tierra apenas duraba menos de 10 hroas. No obstante, desde entonces la presencia del único satélite natural y su atracción gravitacional ralentizó la rotación de nuestro planeta.
Desde entonces, cada día en el planeta Tierra es más largo y sigue alargándose a un ritmo de unos 1,7 milisegundos cada siglo. La Luna no solo es clave por este motivo, sino también porque frena la rotación del planeta al atraer a los océanos de la Tierra, lo que da origen a las mareas altas y bajas. Esa fricción ralentiza el giro de nuestro lugar de vida.
La Luna no es el único agente implicado. Según Norman Murray, el astrofísico teórico del Instituto Canadiense de Astrofísica Teórica, "el Sol también produce una marea atmosférica con el mismo tipo de protuberancias. La gravedad del Sol tira de estas protuberancias atmosféricas, produciendo un par en la Tierra. Pero en lugar de ralentizar la rotación de la Tierra como la Luna, la acelera”.