La gasolina es un producto derivado del petróleo que resulta fundamental para nuestros coches, ya que nos permiten trasladarnos desde un lugar hacia el otro. Pero también posee una contra, y es que su olor es muy fuerte, aunque esto no parece ser molestia para un importante sector de la población, que ha manifestado su preferencia por el intenso aroma.
Según la ciencia, este prominente gusto al aroma de la gasolina se asocia a dos cuestiones: la primera tiene que ver con una asociación emocional y la segunda, con una reacción ante el sistema nervioso.
Sobre lo primero, el sitio El Confidencial asegura: “Nuestra nariz puede evocar recuerdos intensos y vívidos si capta un olor familiar. Esta poderosa conexión entre el olor y la memoria a veces se denomina fenómeno Proust, un guiño al autor francés Marcel Proust, quien describió elocuentemente un potente recuerdo de la infancia evocado por el olor de una galleta magdalena mojada en té”, se puede observar en el estudio.
“Tal vez tu cerebro vinculó el olor a gasolina con recuerdos felices de la infancia, de viajes por carretera de verano, salir en lancha motora, andar en bicicleta al costado de una carretera rural cuando era niño o pasar tiempo en el garaje mientras papá trabajaba en el auto. Cuando percibe ese aroma a benceno, puede desencadenar un sentimiento acogedor y nostálgico vinculado con un recuerdo destacado”, continuó el medio.
Además, arrojan que el benceno es muy importante para llevar a cabo esta reacción: “el benceno y otros hidrocarburos, cuando se inhalan, tienen un efecto supresor sobre el sistema nervioso, lo que resulta en una sensación de euforia temporal. Produce una sensación placentera que no se diferencia del alcohol o de muchas otras drogas. Cada vez que sus nervios olfativos reciben ese golpe de benceno, el sistema mesolímbico proporciona una agradable inyección de dopamina. Es esencialmente tu cerebro diciéndote: ‘Sí, esto es bueno. Haz más de esto’”, concluye el medio especializado.